El joven Marcelo Medina, de 19 años, desapareció de su casa en Villa Gesell el 8 de mayo. Veinte días después hallaron partes de su cuerpo en el mar, a 70 kilómetros de la localidad.
Su muerte sigue siendo un gran misterio para la Justicia, que todavía no ha podido develar lo sucedido, aunque por estos días los investigadores están a la espera de una pericia clave que permitirá confirmar si Medina se suicidó arrojándose al mar y el cuerpo se desmembró de manera natural; si lo asesinaron o si lo descuartizaron y alguien está esparciendo partes de su cuerpo. Esta última hipótesis es la que está cobrando cada vez más fuerza, sobre todo a partir de un dato recogido en las últimas horas por el fiscal Walter Mercuri.
Lo cierto es que el sábado apareció en la playa de Gesell, frente a un puesto de Prefectura, un maxilar inferior que se cree que también pertenece a Medina. Lo más sorprendente fue que entre los huesos todavía había nervios. “Eso quiere decir que lo tiraron hace muy pocos días”, aclaró uno de los investigadores.
Por estas horas, los investigadores intentan reconstruir lo sucedido el día de su desaparición porque consideran que puede ser clave para esclarecer lo que pasó después.
Por otra parte, Marcelo y toda su familia profesaban el evangelismo, pero unos meses antes de su muerte el joven había empezado a concurrir a una iglesia mormona cercana, pese al rechazo de su familia.
Dos días antes de su desaparición, Marcelo empezó a tener actitudes sumamente preocupantes que rozaban el delirio místico.
De hecho, la madrugada en que desapareció, había estado rezando a los gritos. “Esta no es mi casa, mi casa es el pueblo. Jesús es quien habla a través mío. Yo tengo la misión de liberarlos a todos”, repetía. Luego, según relataron sus padres, se escapó por la ventana y ya no lo volvieron a ver.
En las últimas horas las sospechas del fiscal Mercury se posaron en su familia, particularmente en Miguel, el padre del joven, que tiene antecedentes de violencia, aunque no está imputado.