A 20 años de la sanción de la Ley 25.649 llamada de “Promoción de la utilización de medicamentos por su nombre genérico”, sólo entre el 30 y 40% de las recetas tiene el nombre de la droga en lugar de la marca, en tanto que las diferencias de precios entre un laboratorio y otro pueden llegar hasta un 500% en un producto que tiene la misma calidad, seguridad y eficacia.
El proyecto, sancionado el 28 de agosto de 2002, surgió en un contexto de crisis social y económica en el que había serias dificultades para acceder a los remedios. En diálogo con Télam, Rubén Sajem, presidente del Centro de Profesionales Farmacéuticos Argentinos (CeProFAr) recordó que “los medicamentos habían aumentado mucho sin control, la brecha de precios entre una marca y otra era grandísima pero los médicos recetaban exclusivamente por marca, entonces la persona que necesitaba el medicamento no podía elegir”.
En ese contexto, el entonces ministro de Salud Ginés González García impulsó una ley que tuviera como objetivo mejorar el acceso y brindar información al paciente. Según señaló, la iniciativa “se basó en una experiencia que habíamos hecho antes en la provincia de Buenos Aires; esto permitió que cuando pensamos la ley nacional, los medicamentos ya tenían en sus envases el nombre comercial pero también el del genérico y la implementación pudo ser inmediata”. En ese marco, añadió, “la Ley permitió por un lado la transparencia, que se puedan llamar a las cosas por su nombre, y por el otro al usuario poder pelear el precio porque si no tenía que pagar lo que el médico le prescribía”.
La ley, que se encuentra vigente, establece que “toda receta o prescripción médica deberá efectuarse en forma obligatoria expresando el nombre genérico del medicamento o denominación común internacional que se indique, seguida de forma farmacéutica y dosis/ unidad, con detalle del grado de concentración”.
Actualmente, se estima que el cumplimiento de la prescripción por genérico ronda entre el 30 y 40% de las recetas. “Nunca ha habido ninguna sanción a los médicos u odontólogos que no cumplen con prescribir por nombre genérico, incluso hay profesionales que alguna vez han puesto que no se cambie la marca pero sin justificar el por qué”, advirtió Sajem.
Según el relevamiento del CeProFAr a junio de 2022, un antiácido como el omeprazol puede tener una diferencia de precios de hasta seis veces de una marca respecto a la otra mientras que en el caso de la atorvastatina, que se usa para el control de colesterol, puede ser hasta cuatro veces más cara.
FUENTE: Télam