Por Guillermo Carmona
He recibido muchos mensajes de amigos y compañeros preocupados por los dichos de Milei en el acto conmemorativo del 2 de abril. Con cierto apremio repasé sus dichos y rápidamente concluí que se trata de un discurso falaz, lleno de tergiversaciones, errores conceptuales y hasta datos históricos y geográficos que no se ajustan a la realidad.
Antes de pasar al análisis de esas falacias le sugiero que presten atención a un dato para nada menor: nunca mencionó a la potencia usurpadora, no le reclamó a Gran Bretaña que deje usurpar nuestro territorio, no rechazó las actividades contrarias a nuestra legislación y al derecho internacional que los británicos llevan adelante en Malvinas, no cuestionó la militarización de nuestro territorio por una potencia extranjera.
El presidente de nuestro país eligió, en cambio, cargar contra los argentinos, descalificando los esfuerzos diplomáticos y la acción de visibilización de la Cuestión Malvinas que hemos llevado adelante. De esta manera pretende disimular lo indisimulable: si no se registran mayores avances en la Cuestión Malvinas es por la sistemática reticencia británica, no por la supuesta ineptitud de los gobiernos y de la diplomacia argentina.
Para lograr exculpar a los británicos Milei sostuvo la siguiente falacias:
Primera falacia: Milei dijo que por décadas, los gobiernos argentinos se dedicaron a expresar “meras palabras en los foros internacionales con nulo impacto en la realidad, sin que tengan un solo resultado para mostrar después de décadas”.
Con sus dichos el presidente desconoce que la democracia argentina tuvo que enfrentar las nefastas consecuencias de la guerra de Malvinas en el terreno de la diplomacia y de la política internacional. Tras la guerra, la Argentina había quedado aislada y con un grave problema de reputación internacional. Sin el apoyo de los países latinoamericanos, países a los que el presidente ha excluido de la agenda de política exterior nacional, no hubiera sido posible superar esa crítica situación.
Los sucesivos gobiernos democráticos debieron reposicionar a la cuestión Malvinas y lograr una recomposición del apoyo internacional a la Argentina que había quedado en situación crítica tras la guerra.
Milei parece ignorar que los casos de descolonización tienen como escenario principal a Naciones Unidas. Prácticamente todo el proceso de descolonización en África Asia, Oceanía y Caribe ha sido patrocinado por Naciones Unidas. La presión internacional ha sido una condición esencial para la resolución de los más de 80 casos de descolonización ocurridos en el siglo XX y lo que va del XXI.
Lo que el presidente considera meros discursos o declaraciones en el plano internacional son las condiciones fundamentales de presión internacional sobre la potencia colonial.
Antes la canciller había descalificado a las comunicaciones diplomáticas mencionándolas como “cartitas”. Ambos expresan un marcado desprecio por los instrumentos del derecho internacional y por la diplomacia.
Los más significativos retrocesos tras la guerra de Malvinas fueron protagonizados por el menemismo y el macrismo. Esas etapas se hizo lo que hoy Milei está reeditando: una política pasiva y concesiva frente a las acciones de consolidación colonial que lleva adelante el Reino Unido y una agenda que posterga la cuestión de la soberanía, dándole enorme ventaja a la potencia ocupante.
Los apoyos sumados por la Argentina en los últimos años han puesto a Gran Bretaña en una posición incómoda por su flagrante incumplimiento del derecho internacional. El reclamo hacia el Reino Unido y la sumatoria de apoyos internacionales han sido fundamentales para crear condiciones a los efectos de que Gran Bretaña deje de incumplir el derecho internacional. Es un grave error abandonar ese enorme esfuerzo diplomático realizado. Abandonar el reclamo y el activismo Internacional otorga una enorme ventaja a la potencia colonial.
Segunda falacia: Milei dice que “para que una nación sea respetada internacionalmente hay dos condiciones esenciales: ser protagonista del comercio internacional y contar con una fuerzas armadas capaces de defender el territorio de quienes quieran invadirlo”. Con ese argumento condiciona los resultados en la cuestión Malvinas a que la Argentina se transforme en una potencia económica y militar.
Resulta evidente que confunde protagonismo e influencia internacional con resolución de las controversias internacionales. La historia del proceso de descolonización demuestra que la acción llevada adelante por los pueblos que luchaban contra el colonialismo pudo más que el poder de las potencias imperialistas.
Es necesario preguntarse cómo han hecho los países y pueblos que han superado el yugo colonial.
Los casos de colonialismo y de violaciones a la integridad territorial han encontrado solución no en las circunstancias de que un país afectado en su soberanía se transformara en una potencia económica y militar. Significativos ejemplos lo grafican: Panamá recuperó el canal gracias a la presión diplomática internacional; China recuperó Hong Kong cuando todavía estaba muy lejos de ser una potencia económica y militar de primer orden; la República de Mauricio hoy ha conseguido reabrir un proceso de negociaciones con el Reino Unido por el archipiélago de Chagos gracias a su activismo diplomático y a la presión internacional de organismos como la Corte Internacional de Justicia y la Asamblea General de Naciones Unidas.
Claro que resulta deseable tener una economía próspera y un fortalecido sistema de defensa nacional. Pero esa no es la condición clave para la recuperación del ejercicio pleno de soberanía sobre Malvinas.
Subordinar la solución de la Cuestión Malvinas a que se den esas condiciones significa en los hechos abandonar la vía diplomática para la solución de la controversia.
Tercera falacia: el modelo de Julio Argentino Roca y la generación del 80. El presidente desconoce la acción diplomática que llevó adelante el presidente Roca en relación con Malvinas. Más allá de que se trató de una etapa fundacional de la subordinación económica y comercial de la Argentina respecto del Reino Unido, yo como resultado la conversión de nuestro país en una semi colonia británica, durante el gobierno de Roca se realizaron acciones de enormes similitud con las llevabas adelante por los gobiernos peronistas a partir de 1946: propuesta del gobierno argentino del inicio de un proceso de negociación; notas diplomáticas y protestas frecuentes de ambas partes. Rocas llegó a proponer un arbitraje que fue rechazado por el gobierno británico.
No fueron las omisiones de Roca las causantes del fracaso de aquellas gestiones sino la intransigencia británica, tal cual viene ocurriendo tras la guerra de Malvinas. Agregó una documentada nota de la cancillería Argentina que da cuenta de las posiciones adoptadas por Roca.
Cuarta falacia: Milei dice que Argentina es el octavo país más extenso del mundo por que tiene una superficie de 3 millones y 500 mil kilómetros cuadrados. El dato es incorrecto. Esa superficie mencionada por el presidente corresponde solamente a tierras emergidas. Omitió incluir dentro del territorio nacional a los más de 6,500,000 km2 que corresponden a nuestra plataforma continental extendida, los mares y fondos marinos que el gobierno ha dado señales de querer privatizar y extranjerizar.
Quinta falacia: Milei atribuye a la política el hostigamiento y la humillación de las Fuerzas Armadas proponiendo la “reconciliación” como forma de revalorizar su rol. Los dichos del presidente omiten la realidad: el desprestigio de las Fuerzas Armadas se produjo por lo sucesivos golpes de estado que protagonizaron y por su accionar durante el periodo del terrorismo de estado. Han sido múltiples las acciones que en los últimos años llevamos adelante para que las Fuerzas Armadas se encuentren plenamente integradas a nuestra vida democrática.
Resulta paradójico además este planteo del presidente cuando es su gobierno el que incumplió con el pago de las últimas cuotas para la equiparación salarial de las Fuerzas Armadas con las fuerzas de seguridad, es el gobierno que desfinancia al Fondef y que desnaturaliza el rol de defensa nacional que tienen las Fuerzas Armadas al involucrarlas en acciones de seguridad interior.
Sexta falacia: Milei sostiene que “durante nuestro gobierno podremos tener una hoja de ruta clara para que las Malvinas vuelvan a manos argentinas”. Es exactamente lo mismo que planteó el macrismo con el pacto Foradori-Duncan. El gobierno ha anunciado que esa “hoja de ruta” o nueva agenda tiene como eje la cooperación con el Reino Unido. Los esquemas de cooperación que se ensayaron durante el menemismo y el macrismo produjeron los mismos resultados: la consolidación de la oposición colonial de Gran Bretaña y el favorecimiento de sus intereses.
Una reflexión final: bajo el lema “Malvinas nos une” promovimos fuertemente que Malvinas sea una causa de unidad nacional. Hoy el presidente decidió que sea “su” causa para dividir aún más al pueblo argentino.
Las últimas palabras del discurso presidencial fueron dedicadas a reproducir el grito de guerra libertario utilizado por Milei en la campaña electoral y en los actos oficiales tras asumir la presidencia. No es para nada casual que, por primera vez en muchos años, un acto del 2 de abril no haya finalizado, como corresponde, con un ¡Viva la Patria!