Se dice en el lenguaje coloquial que el loro representa al individuo que habla mucho o que repite de manera irreflexiva lo que dicen los demás.
Mientras que en la mitología griega, el mochuelo de Atenea en Grecia, o el de Minerva en Roma, es decir la lechuza, se asocia a la sabiduría, las artes y al conocimiento de las técnicas de guerra.
Por Gabriel Vidart
La reciente visita del presidente Lula da Silva a los Emiratos Árabes Unidos y a China ha dado mucho que hablar.
Los funcionarios norteamericanos no vacilaron en tildar las declaraciones del presidente Lula respecto a la guerra entre Rusia y Ucrania como una repetición propagandística de la posición de China y Rusia, en el sentido que esta guerra no es consecuencia de la iniciativa unilateral de Rusia, sino que se relaciona con la apertura de Ucrania a Occidente, y en particular, a la OTAN. Este hecho constituyó un gesto que dio pie a la decisión defensiva de Rusia, ante el riesgo de tener que soportar el emplazamiento de bases militares occidentales en el corazón de su área de influencia.
En otro artículo reciente me referí a la horrible opción que representa la guerra como medio para resolver los conflictos de interés y expresé que Putin, al recurrir al grupo Wagner, no ha logrado generar el sentimiento patriótico necesario de defensa nacional de los intereses patrios por parte de los ciudadanos rusos. Y ello, en alguna medida va en contra del principio de nación agredida.
Pero ahora el tema que estamos examinando es otro.
Las repercusiones de las declaraciones del presidente brasileño tuvieron también eco en la Unión Europea, cuyos dirigentes manifestaron que la posición de Brasil incide en forma negativa en el interés de avanzar en un acuerdo entre el Mercosur y esa organización.
El período reciente liderado por Bolsonaro había repercutido en forma negativa en las relaciones con Europa, toda vez que dicha gestión fue percibida tanto por el actual gobierno demócrata de los Estados Unidos como por las democracias europeas, como un gobierno de extrema derecha alineado con el trumpismo y los nacionalismos extremos como el que representa Putin en Rusia o Meloni en Italia.
Por ello la victoria de Lula había generado expectativas positivas en Occidente, pero la visita a los Emiratos Árabes como a China, han prendido todas las luces de alarma.
En efecto, el acuerdo entre la UE y el Mercosur se viene negociando desde 1999 y el Canciller alemán Olaf Scholz había expresado recientemente la necesidad de darle a esas tratativas un mayor dinamismo.
Avanzar en el acuerdo entre la UE y el Mercosur se convirtió en una prioridad para frenar la creciente presencia que China y Rusia están teniendo en los países de América Latina.
Pero en su visita a los Emiratos Árabes Unidos y a China, Lula se refirió a la necesidad de avanzar en la creación de un nuevo grupo de países con economías suficientemente desarrolladas para avanzar en la mediación entre Rusia y Ucrania. Y abundó en que ambos países, además de compartir responsabilidades en el origen del conflicto, no encuentran un marco adecuado para avanzar en negociaciones de paz ante el envío de armas por parte de occidente, que actúa como un factor altamente negativo, toda vez que en lugar de permitir avanzar en una solución diplomática, se está azuzando el fuego e incrementando el riesgo que la confrontación escale a niveles extremadamente peligrosos.
Ese fue el argumento que sobresale de las declaraciones de Lula que condujo a que la Casa Blanca lo tilde lisa y llanamente de loro. Pero en realidad, atrás de esto hay elementos que prenden todas las luces de alarma en Washington. Se trata que Brasil y China se pusieron de acuerdo en que las transacciones comerciales entre ambos países se lleven a cabo en yuanes y no más en dólares. Y ese sí que es un elemento de alarma notable para Estados Unidos. Porque la preeminencia del dólar como moneda internacional de intercambio y reserva de valor se está desdibujando. Y Brasil no es el primero, pues otros países, inclusive de Medio Oriente, acordaron que las exportaciones de petróleo hacia China, se lleven a cabo en petroyuanes.
Y la esencia del liderazgo del dólar como moneda universal de soporte para los intercambios tiene su fundamento en el nacimiento del petrodólar que, como consecuencia de las mermas de oro registradas por Fort Knox, condujeron a que Richard Nixon abandonara el 15 de agosto de 1971 la convertibilidad del oro con el dólar físico. Y para evitar el derrumbe de la moneda americana, logró imponer a los países de la OPEP el uso del petrodólar como única moneda transaccional. De igual modo los países exportadores de petróleo comenzaron a invertir sus excedentes de dólares en bonos del tesoro americano, y con esto los Estados Unidos lograron asegurar una posición de preeminencia monetaria a cambio del compromiso de brindar protección militar tanto contra ataques externos como ante potenciales levantamientos de origen doméstico.
Pero el 26 de marzo de 2018 China comenzó a celebrar contratos petroleros en petroyuanes, y ello significó un franco desafío al predominio del dólar estadounidense para la venta de petróleo en el mundo. Y es así que muchos países, inclusive de la OPEP, comenzaron a realizar ventas de petróleo en petroyuanes, hecho que podría significar el comienzo del fin de la hegemonía del dólar como moneda internacional del soporte de los intercambios y como reserva de valor. Recomiendo el artículo que sobre este particular publicó recientemente Jose Amiune: “El rol clave de China como nueva potencia mundial”publicado en Meer.
Pero resulta que Brasil en la visita de Lula a China ha decidido usar los yuanes como moneda de intercambio para todas las transacciones comerciales entre ambos países y con ello no hace otra cosa más que blanquear su vínculo con su principal socio comercial, ya que China absorbe más de un 31 por ciento del total de sus exportaciones, mientras que los que le siguen, Estados Unidos representó el 11.2% y como tercer país, Argentina el 4.2%. Por el lado de las importaciones, China le provee el 22.8% del total, mientras que Estados Unidos el 17.7% y Argentina el 5.3%.
Lo anterior conduce a relativizar la actitud de Lula en cuanto “perico” servicial de las presiones rusas y Chinas y más bien conduce a razonar que en el mundo se están procesando profundos cambios en la composición de los bloques hegemónicos históricos y que la irrupción de los chinos como megaproductores no solamente de bienes y servicios , sino también de desarrollos científicos de punta en el campo de las tecnologías digitales, de la robótica, de la inteligencia artificial, del 6G como tecnología que modificará profundamente los comportamientos cotidianos de nuestras sociedades.
En definitiva, Brasil ha dado un paso que sin lugar a dudas es extremadamente significativo en el tablero del poder político y comercial del mundo. Y por supuesto, no ha pasado inadvertido.
/// Gabriel Vidart